Panorámica del K2, Broad Peak y Gasherbrum IV desde Concordia, Karakorum. Foto:PabloFR

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Viaje en primera de un camión típico de Pakistan. Foto:PabloFR


Amanecer nevado en Concordia. Foto:PabloFRIngenieros en el enesimo trastorno del viaje. Foto:PabloFR

Gran desprendimiento junto al Indo. Foto: PabloFR
Transporte público "made in Pakistan". Foto:PabloFR





Trekking Gondogoro La - Baltoro Glacier, Karakorum, Pakistan


Junto a Thomas Huber y Yannick Boissenot en Skardu. Foto:Loli

     
        Después de haberlas visto mil veces en los documentales de televisión, en las revistas especializadas, en las proyecciones y conferencias de alpinismo, después de haber soñado tantas veces con ellas, las montañas más altas de la Tierra se mostrarían ante nosotros, y por fin se materializaba un sueño y un viaje, que llevamos a cabo en agosto de 2019, Ángel, Loli y Pablo -el que escribe-. Y aunque no estaba en nuestros planes escalar alguna de ellas, surcar sus glaciares y casi acariciarlas con los dedos, nos llevó a respirar ese aire leve, embriagador, que te seduce para continuar hasta lo más alto.
 
        Planificamos este viaje directamente con una compañía Pakistaní. Todo un acierto salvo... haber elegido a "esa" compañía, era Alpin Adventures Guides, y dejamos claro desde el principio que la desaconsejamos rotundamente.
 
        Pero nos quedamos con lo bueno, lo mejor de todo, el trekking en sí, la gente conocida, la comida, los porteadores, y por supuesto las Montañas. Porque la organización de todo el viaje, fue un caos, llegando a ser estresante, incluso surrealista, cuando fuimos amenazados por el propio dueño de la agencia.
















Niños en el poblado de Hushe. Foto: Ángel







Niños en el poblado de Hushe. Foto: Ángel





Campo de Kobutshe. Foto: PabloFR





Paso típico sobre el río Braldo. Foto: PabloFR





Grupo del Trango. Foto: PabloFR"Fiesta" en el día de descanso. Paiju. Foto: Pablo FR.
Torre Uli Biaho entre la niebla. Foto: PabloFR

       
        El paisaje verde y súper poblado al principio (zona de Abbotabad a Naran), se vuelve desértico en su mayor parte -con inmensos barrancos de piedra vertical e inestable-. Junto a la cultura que lo rodea, el río Indo, las "autopistas" y caminos... todo ello, hace del viaje a Skardu una aventura en sí misma. Y pensar que queríamos perdérnoslo a cambio de un aburrido (y cómodo) vuelo de una hora. Eso si, la Karakorum Highway, es una auténtico lujo comparado con el último tramo a Skardu donde sufrimos los dos desprendimientos.
       
        En cambio a la vuelta, la película fue distinta, pero continuó siendo una "road movie", ya que nos disponíamos a embarcar, una vez facturado el equipaje, cuando el avión desde Islamabad no pudo aterrizar por el mal tiempo... Y sin creernos lo que estaba pasando, volvíamos resignados a montar en otro coche, al menos está vez sí, para volver en las habituales 24 horas "non stop" incluido arreglo de pinchazo y pequeño corte de carretera. Menos mal, porque está vez, lo que hubiéramos perdido son los vuelos de vuelta a España.










Amanece en la Torre Uli Biaho. Foto: PabloFR


El trekking:

       
        Lo mejor de todo fue empezar con muchas ganas de andar, porque ya teníamos el culo cuadrado de tanto viaje, y tras descansar un par de días en Skardu, y con algo de lluvia, hicimos las 2 primeras jornadas, hasta Jhola y Paiyu. El segundo día por fin salió el sol, y además, pudimos atisbar lo que se adivinaba en el fondo del valle, torres de granito y cumbres nevadas, aquello por lo que veníamos hasta aquí, sencillamente, algunas de las cumbres más bellas de la Tierra. Desde el principio se puede ver que aquí la vida no tiene mucha cabida, y apenas aparecen oasis de vegetación en un desierto continuo de piedra y arena, donde el río Braldo se abre camino y serpentea rugiendo con fuerza, buscando la aguas del Indo. Todo es estéril y gris, más, con un tiempo muy nublado en este comienzo. Se salvan entre 400 y 500 m de desnivel respectivamente en cada etapa, pero el desnivel acumulado diario alcanza los 700 m de media. Estos datos son la tónica de todos los días que vamos a disfrutar en la montaña.
   
        El tercer día, de descanso, se agradece para aclimatar y para disfrutar tranquilamente del viaje. También aprovechamos para dar un paseo hasta una cascada cercana y salvar otros 300 metros de desnivel que nuestro cuerpo agradecerá en su fase de aclimatación -o al menos eso esperamos-. La idea es que los metros de altura se vayan grabando en la memoria de nuestro organismo, permitiéndonos una mejor y paulatina adaptación. Aprovechamos para lavarnos más a fondo, casi una ducha en toda regla y nuestro cocinero nos prepara pizzas para cenar -todo un lujo-. La noche anterior, varios porteadores y guías (nuestro guía y nuestro cocinero a la cabeza) han aprovechado el descanso para demostrar que los Pakistanís son muy fiesteros y les encanta la música. Les basta varios bidones y palos para utilizarlos como instrumentos y acompañar así los cantos populares del Baltistan, que resonaron en el campamento entre gran expectación de público.

Torres del Trango. Foto: PabloFR
Mágica noche en el Baltoro. Paiju. Foto: PabloFR



Paiju Peak al Amanecer. Foto:PabloFR



       

Contemplando el G-IV desde Goro. Foto: PabloFRConcordia, Broad y K-2. Foto: PabloFR
Atardecer en la cumbre del K2. Foto: PabloFR








Foto de "cumbre". Concordia.










     
  Tras el día de descanso, aún más ganas de seguir ascendiendo, y por fin damos el salto sobre el glaciar Baltoro, remontando la lengua terminal y cogiendo una buena perspectiva de las que son algunas de las más bonitas montañas de la tierra: El Uli Biaho y las Torres del Trango. Además nos sorprende gratamente el Paiju Peak, bajo el que hemos estado descansando sin percatarnos de su grandeza y del que ahora podemos reconocer su verdadera magnitud y belleza.
       
        Este 4º día entre Paiju a Kobutshe, nos llovió bastante, pero el máximo esplendor del valle lo vemos ese mismo día al atardecer cuando se levantan las nubes y en el 5º día entre Kobuthse y Goro I, donde el sol y el cielo despejado nos regala unas vistas increíbles, justo debajo de las Torres del Trango, pasando por el campo de Urdukas, en el que no pernoctamos, pero donde descansamos y desde el que se tienen unas vistas fabulosas. En Goro I, destino del día, nos pegamos una mini ducha en el agua glacial que corre sobre el hielo perpetuo cerca de las tiendas. Este campamento no tiene nada -desgraciadamente mucha suciedad como en la mayoría- pero por contra, estamos prácticamente solos.
       
        Desde aquí y durante el camino ya se ha desplegado frente a nosotros la majestuosidad del Gasherbrum IV en el fondo del valle, -para mí, la más bonita de todas- junto a la mole del Broad Peak que por ahora vemos intermitentemente. La cercanía del fondo del valle nos indica que pronto, al día siguiente, ya estaremos en Concordia (4.500 m aprox.).
       
        Caminar más o menos en solitario, como pude disfrutar en ocasiones por este glaciar y rodeado de semejantes montañas, siendo consciente de la verdadera dimensión de la Naturaleza, provoca una sensación única, sobrecogedora, una experiencia no muy común en la vida cotidiana, y que está muy lejos de las sensaciones producidas allí abajo. La naturaleza nos emociona y nos muestra sus logros y creaciones, que aquí en el Baltoro son soberbios como en pocos otros lugares.









Amanece sobre el G-IV. Foto: PabloFR






Valle de Gondogoro glacier. Foto: PabloFR

La última pala del Gondogoro. 5.600m. Foto: PabloFR



       
         En las dos últimas etapas antes de llegar a Concordia, el Masherbrum y la torre Muztagh siempre estuvieron cubiertas por las nubes, por lo que fueron los dos únicos picos que no pudimos ver como nos hubiera gustado. Inicialmente también ocurrió esto mismo con el K2, ya en Concordia, pero por fortuna, a última hora de la tarde las nubes se disiparon y de repente todo el campo base entró en ebullición, porqué la imagen más conocida de esta montaña por fin se abría ante nuestros ojos. Fue un breve momento de calma previo a la tormenta. Amanecimos con un par de centímetros de nieve sobre la tienda, y con el cielo plomizo, asi que descansamos el resto del día.
       
        El día lo pasamos entre ventiscas de nieve y un cielo gris por lo que no nos acercamos hasta la base de la segunda montaña más alta del mundo. Que tuviéramos este mal tiempo en Concordia, nos daba posibilidades reales de hacer el Gondogoro La, porque no podíamos pedir que el buen tiempo se mantuviera constante durante muchos días, sobre todo avanzada la temporada (20 de agosto), y preferíamos tener mal tiempo aquí abajo para poder completar el trekking, algo que no muchos consiguen. Y todo salió perfecto. La mañana del día siguiente, fue espléndida, disfrutamos de un inolvidable amanecer sobre el K2 y el Broad, con el sol despuntando tras el Gasherbrum IV. Todo estaba resplandeciente por el fino manto de nieve recién caída. Además, por fin pisábamos hielo y nieve camino a Ali Camp, donde alcanzamos los 4.980 m. (todo el glaciar Baltoro hasta Concordia esta cubierto de una capa de piedras y rocas sin ser necesario el uso de crampones en ningún momento).
       
        De camino nos cruzamos con un grupo de madrileños y castellanos, que ciertamente nos miraban con envidia, sabiendo que el tiempo iba a mejor, mientras que ellos tuvieron que darse la vuelta por la nevada, para bajar de nuevo por Baltoro. Es más común de lo que parece, y también en Urdukas otros españoles bajaban sin haber podido completar el paso de casi 6.000 m. Por lo que parece cuando vas dirigido por compañías y guías, los "ice doctor del Gondogoro La" acuerdan con ellos si el paso es transitable o no, ya que si hay mal tiempo funcionan como "rescue team" y no se la juegan mucho.
       
        Antes del paso, se descansa, o se intenta al menos, en Alicamp (4.980 m) y teniendo en cuenta que no se pasan muchas horas, los servicios de este campo son mínimos, ya que se suelen ahorrar la instalación de la cocina y en la localización de la tienda, no hay mucho donde elegir.


























Cuerdas Fijas en la vertiente sur de Gondogoro. Foto: PabloFR
Zona sur del Masherbrum. Foto: PabloFRCampo de Saitcho. Foto: PabloFR
La flecha del Laila Peak. Foto: PabloFR






Agujas hacia Saitcho y Hushe. Foto: PabloFR







        Esa tarde -previa al ascenso- fue movida: unos chinos, japoneses o coreanos -la verdad no me interesé por ello- nos sacaban de quicio dando la vara todo el día, no callaban y daban más guerra que cualquier grupo de españoles... Era su 3er día allí esperando el buen tiempo, forzando al máximo su permiso y días límites para poder cruzar por fin, y estaban -o eso creían- bastante aclimatados. Además, a media tarde disfrutamos de una "fiesta" un tanto surrealista, cuando nos pillaron por banda los pakistanís y nos invitaron a entrar en el "refugio" de los porteadores y de los "rescue team" (léase muro de piedras bajo plástico con suelo de alfombras). Querían que estuviéramos presentes en la fiesta que hacían a nuestro guía por ser la 3ª vez que iba a pasar por el Gondogoro en una misma temporada. No se cómo, pero a 5000 metros se puede hacer un pastel de bizcocho (muy bueno por cierto) y entre cánticos y nuestra cara de incredulidad, nos impusieron también, por ser sus clientes, unos collares conmemorativos de las ocasión. Conclusión, lo pasamos muy bien, no dormimos mucho esa tarde -yo nada- y el día más duro del trekking se hizo largo y muy duro.
       
        En este año 2019, en la subida a Gondogoro no había escaleras metálicas (existentes en años pasados según nos indicó un grupo de catalanes que intentaban este año el Spantik), pero sí unos 300 m de cuerda fija en la pala de nieve que con fuerte pendiente te lleva a los 5.600 m del paso Gondgoro La (altura variable según mapas y consulta: en mi altímetro, 5590 m., en otras fuentes indican incluso 5.900 m). Tras cruzar el glaciar Vigne glacier, la pendiente salva los últimos 400 m. de desnivel, rodeando 3 grandes grietas. Como hicimos toda la subida de noche (otro punto negativo de la organización, al comenzar muy temprano, a medianoche), no pudimos ver nada del espectáculo que dejábamos atrás. La ascensión me recordaba al camino en "S" que se realiza en la vía normal del Weissmis, o la del Alalinhorn (en Alpes) esquivando las grietas más evidentes en mitad de la pendiente.










        Una vez vivida esta experiencia, sobre todo exigiría más control en las decisiones del trekking (sin olvidar que fuimos de "burgueses" con una "cómoda" compañía todo incluido, y no por libre). Me lo tomaría con más calma, sin tener miedo a pasar mucho tiempo en la montaña (a priori asustan un poco 14 días seguidos en la montaña, sin comunicación) pero en ningún momento estábamos cansados o quemados. Hay suficientes descansos y al final resulta que la alta montaña... resulta escasa, ya que te calzas los crampones un solo día y de repente en 3 días más, te ves cogiendo de nuevo un todoterreno ya de vuelta. Con todo lo que cuesta aclimatarse... apetece seguir más arriba..., buscar metas más altas.
       
                                                        Quien sabe, quizás esta sea la mejor de las conclusiones... Ganas de más montaña!!






        Noche fría y despejada, la altura pasaba factura y el ritmo era lento, aunque suficiente para adelantar a varios de los asiáticos que habían salido 2 horas antes!! y subían con puños "jumars" por la cuerda fija. Tanta fiesta les pasaba factura. Lentos, pero tan rápidos que no vimos amanecer hasta que ya estábamos bajando por la cara sur del Collado. Una pena no ver nada del paisaje que nos rodeaba. Entre tanto, nuestro guía -que pasó de nosotros-, se metió en el refugio del collado... a dormir. Solos -en ese momento no sabíamos donde estaba nuestro guía-, sin indicaciones o consejos mínimos, iniciamos el descenso por la cuerda fija, con el gran peligro de llevar detrás a los inoperantes asiáticos que tiraban piedras constantemente. Decidimos dejarlos pasar, e ir a nuestro ritmo ya que en la bajada nos tocaba ser más lentos (tuvimos que ayudarnos entre nosotros y eso nos fue fatigando) al tiempo que evitábamos el peligro de las piedras. Una asiática del grupo estaba tan exhausta que por medio de una buena billetada en mano, pilló al primer porteador que pasaba por allí, -que cobró la extra- y este tuvo que bajarla hasta el campamento. Llegarían 8 o 9 horas después. Nosotros tampoco tardamos mucho menos en bajar, ya que tuvimos que descender muy lentamente tras ellos, hasta dejar las cuerdas fijas (unos 400 o 500 m) donde les adelantamos por fin.
       
        Con pasos complicados en roca y hielo (sin crampones ya que el 98% era roca) y con una fuerte pendiente, la bajada se hace compleja. Eso de que es un paso fácil... es algo muy subjetivo. Por aquí baja mucha gente, un tanto obligada porque no hay más salida, pero sólo si estas acostumbrado a la alta montaña y a las cuerdas, disfrutarás y bajarás a gusto. Las compañías en cambio solo ven clientes. Hablando con unos compañeros vascos (también escaladores) y aragoneses, con los que compartimos gran parte del trekking, coincidíamos plenamente en que la jornada fue dura y un tanto peligrosa y complicada también, bastante más de como te lo pintan.


Lalila Peak en el valle de Gondogoro. Foto: PabloFRPoblado de Hushe. Foto. PabloFRLagos en el Glaciar Baltoro. Foto:Ángel
Camino de Hushe. Foto: PabloFR



La compañía / agencia:
       
        Mención a parte está el tema de la compañía. Jamás contactéis con Alpine Guides. El dueño apareció para cobrar, después llegó a amenazarnos con cancelar el billete de vuelta en avión (2 horas antes del mismo) si no pagábamos 4 noches más de hotel, sin previo aviso sobre este hecho, cuando nos habían bajada corriendo a Skardu por su propias decisiones y sin decirnos nada al respecto ni permitirnos decidir. 
    
        En el trekking, se ahorraron 2 días de descanso -uno de ellos con cumbre programada-, y otro más en Hushe. En nuestro programa habíamos contratado el intentar una cumbre de 6.000 m. (el Ihakora Peak) justo antes de hacer el paso de Gondogoro. Pero sin tener nada planificado por su parte -nuestro guía nunca había subido-, te dicen que las condiciones no son buenas... que si vuelve el mal tiempo no pasas Gondogoro y hay que volverse por el mismo camino… así que no no nos dieron opciones reales de intentarlo.
   
        Por suerte al final nos impusimos en lo económico, porque si no, hacen lo que a ellos les venga en gana, y los taxis extra los pagaron, así como los hoteles y cenas durante las 42 horas de coche (que tuvimos que buscarnos en mitad de la noche cuando se suponía que ya estaban programados), y finalmente nos negamos rotundamente a pagar los días extras de hotel al final de viaje, por el acortamiento del trekking.
   
        Cuando pagas a una compañía con expedición y organización cerrada, se supone que no tendrías que sufrir todo este estrés, preocupándote de organizar cada punto del viaje y cada día -como tuvimos que hacer con drivers, hoteles...-, al tiempo que esquivábamos las tretas del jefe para engañarnos y lucrarse a nuestra costa. Por supuesto que sabíamos que no era un viaje a un “resort todo incluido” de Benidorm, pero tampoco pensábamos en negociar y discutir cada día del viaje con el contacto de turno, como si fuéramos una expedición de hace 40 años, teniendo que luchar contra todos los imprevistos. No nos quejamos del mal tiempo, de los desprendimientos, o del avión que no aterriza… estos son ingredientes de un viaje auténtico. Pero sí nos quejamos de la falta de profesionalidad, atención, organización e iniciativa para solucionar los problemas sin tener que desesperarnos por el camino. Las mejores propinas fueron sin duda para el cocinero y los porteadores, auténticos super-hombres que hacen que nuestro trekking sea posible.
   
        Allí conocimos al jefe de otra compañía “Shipton-trekking” que nos dio mucha mejor impresión, y quien muy amablemente nos presento al mismisimo Tomas Huber cuando coincidimos con él en el Hotel de Skardu (por cierto el hotel Concordia Motel Baltistan muy recomendable, muy buena comida, gente super amable y un jardín perfecto para descansar antes y después del trekking).





El viaje hasta la montaña:

 
        El viaje, desde que aterrizas en Islamabad hasta que comienzas a andar, es ya una experiencia única, y muy largo, aunque también puede ser larguísimo. A nosotros nos sucedió esto último en la ida. Al perder los vuelos domésticos por culpa de la propia agencia de trekking (primer regalito por su parte), el viaje en coche se nos complicó. Tuvimos un driver que tenía muchas horas de trabajo encima, y sufrimos 2 desprendimientos provocados por las lluvias (uno de ellos de los gordos) que cortaron la carretera, por lo que nos vimos obligados entre otras cosas a dormir en 2 coches diferentes y en el suelo de 2 hoteles de mala muerte. Así que el camino que habitualmente se hace en 24 horas, alcanzó las 42 !!!
 
        Entre coche y coche, pasamos el primero de los desprendimientos andando con las mochilas, cuando las excavadoras y el ejército se retiraron sin poder abrir el paso y ante las insistencia de cientos de pakistanís que no aguantaban más la espera. Más de 14 horas estuvo cortada la carretera que une Jaglot con Skardu, e ignoramos cuántas más continuo así.
Posiblemente fue lo más peligroso que hicimos en todo el viaje, ya que el riesgo de caída de piedras era muy alto y además sucedió en plena noche.
       
        Para esquivar el segundo corte de carretera, con el nuevo driver y el contacto de la agencia -que vinieron desde Skardu a buscarnos, y siendo ambos de allí- tuvimos que descubrir una nueva variante para hacer los últimos 30 kilómetros (era un descubrimiento para ellos mismos), a cambio de llevar al Toyota hasta sus límites -que aunque no lo parezca, los tiene-.                        
       
        Por tanto, tras todo este cúmulo de despropósitos, otra hora más de retraso por la rotura del tubo del radiador y tres intentos de arreglo, por fin llegamos al hotel, 42 horas después. No habíamos dado un solo paso y ya estábamos francamente agotados. Es increíble por qué caminos de rocas y piedras meten los coches, no se puede explicar ni es comparable con lo que conocemos en occidente. De la conducción ni hablamos, ahora cualquier montaña me parece menos peligrosa que las carreteras pakistanís.


        Finalmente por tanto, tardamos casi el doble en bajar que en subir, y el gran esfuerzo físico sólo obtuvo su recompensa al ver el amanecer sobre la esbelta aguja del Laila Peak. Una imagen que pudimos contemplar durante todo el día, descendiendo al compo de Huspang, y durante el siguiente, de bajada a Sahicho. Casi puedes tocar el Laila con los dedos, y la imaginación te hace soñar que subirlo algún día es posible..., mientras dibujamos con la mente vías y rutas posibles entre las línea de seracs y pilares de roca para seguir finalmente por la perfecta pared inclinada de nieve que lleva a su cumbre... lo dicho, imaginación y sueños.
       
        Se hace necesario este cambio de paisaje, a nuevas montañas, mejor tiempo, agua, árboles y pequeñas praderas verdes, situación que hace que te olvides de que aún sigues a 4.700 m de altura en Huspang.  Con el buen tiempo que tuvimos hasta volver a Skardu, también pudimos ver la cumbre del Masherbrum desde el sur, no tan esbelta como la cara norte, pero satisfechos de poder disfrutar del valle que lleva a Hushe, lleno de cumbres y aguas que en ocasiones recuerdan a las de Chamonix. 
       
        En Saitcho -3,400 m- ya se disfruta de un ambiente más alpino o pirenaico, entre árboles, con una ducha natural, una temperatura muy agradable, comodidades que nos indican más cercana la civilización, Hushe: con toda su simpleza, escasez de medios... pobreza también, que no está reñida con la dignidad y felicidad de vivir con lo mínimo, y donde descubrimos las sonrisas de los niños que siempre te clavan la mirada con el mismo asombro y extrañeza con la que nosotros los miramos. Este poblado pasa por ser uno de los más recónditos y con menos contacto con el exterior, y eso que por aquí desfilan muchos excursionistas y aventureros desde que se comenzó la conquista de las grandes montañas del Karakorum a principios del siglo XX. Desgraciadamente no disfrutamos mucho del valle, y de los poblados como Hushe o Machulu... Y es que la compañía y el guía nos animaron a bajar directos a Hushe (sin hacer el día de descanso programado) y después bajar directos a Skardu el mismo día que llegamos a Hushe... con las excusa de que así descansaríamos mejor en en el hotel. Todo genial hasta que luego quisieron cobrarnos esos 4 días extras de hotel, cuando se los habían ahorrado en el trekking, (otra de las movidas gordas).

 

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Consejos y experiencias:
       
        Respecto al equipamiento, hubiera llevado mi propia colchoneta aislante, tuvimos menos 4 grados (-4º C) en la tienda durante 3 noches e incluso con buen saco tenía la espalda helada por la pobre colchoneta que nos dejaron, ya que al fin y al cabo bajo 5 cm de piedras duermes directamente sobre el hielo del Baltoro. Yo prefiero botas de trekking, aunque se puede hacer todo  en zapatillas -como lo hicieron mis compañeros-, salvo el día del paso Gondogoro. A tener en cuenta también el frío y la lluvia o nieve, que si eliges sólo las zapatillas, con mal tiempo pueden quedarse escasas y calzarte la bota rígida por todo el glaciar (piedras), puede ser muy duro si lo haces durante muchos días.
       
        Nosotros tuvimos suerte con la tienda comedor, ya que era nueva, mientras que las tiendas para dormir estaban para tirar (aunque disfrutamos de tienda individual). Todo esto según la compañía. Lo mejor que pudimos tener de la compañía, fue la comida. Nuestro cocinero -profesional- Jamil, nos preparaba de todo, dando variedad a los menús: Sopas y comida asiática, pollo con varios estilos Pakistanis, pasta, arroces y otros cereales, patatas fritas o palomitas, ensaladas todos los días y hasta el par de pizzas que nos hizo o el bizcocho de celebración, mientras que los chapatis (tortas de pan), siempre acompañaban desayunos y comidas, como es norma. Pudimos disfrutar también de nocilla cacao, café y miel... a cuerpo de rey.
       
    Es una pena ver que mucha basura se va quedando por el camino, aunque hagamos lo posible por recogerlo, en ocasiones lo vuelven a tirar al momento, sin que veamos una gestión mínima o coordinación, (quema de basura, organización para bajarla, o algo similar). Los campos en general están bastante sucios, y eso que no estábamos en el auge de la temporada cuando supongo, puedas encontrarlo peor. Bautizamos la vertiente sur de Gondogoro como el “valle de los calcetines”, cuando todos los “porter” se quitan su rudimentarios crampones improvisados (¡un calcetín sobre sus zapatos!!) y los tiran sin más contemplación. Eran cientos los que ensuciaban el sendero de bajada a uno y otro lado.



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