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Travesía del Pelvoux:
Corredor
Coolidge - Glaciar de Violettes - Ailefroide
Para la segunda visita al macizo de los
Ecrins, Rodro busco una ruta completita, con un poco de todo, para no
aburrirse, de esas que parece que no acaban nunca, de esas que cuando quieres
disfrutar de un rapel, ya estás metido en otro glaciar, y cuando no, esquivando
piedras, y así durante más de 15 horas, por si te sabe a poco…, de esas en las
que no te queda otra que ir fotografiando en tu mente toda la jornada, para después,
con tiempo, recuperar cada uno de los pasos y zonas por las que has pasado y
disfrutarlos merecidamente, cuando el cansancio y las rodillas, por fin, te dan
tregua. Y esto viene siendo al día siguiente, en la piscina del camping, con una
cerveza, porque después de 1.200m de subida y otros 2500 metros bajados todos ellos
del tirón, el día se hace verdaderamente
largo.
En la primera jornada dese el pueblo y
camping de Ailefroide, se accede por una pista hacia el Oeste, al valle de Celse Niere, plagado de abetos y cuyo
camino pronto se convierte en sendero ascendente, y que después gira a la
derecha sobre la ladera en un zig-zag constante en el que no hay ni un solo
descanso. Desde los 1555 m del pueblo, no se para de subir por la ladera sur de
la montaña hasta el refugio del Pelvoux, a 2750 m y tras 1200 de desnivel, que
se salvan relativamente rápido debido a la fuerte pendiente, en unas 3 horas.
El paisaje
más bien “pirenaico” en la
zona baja, va cogiendo ambiente alpino según se asciende, y
aunque hacia el
Sur, el macizo pierde altura se empiezan a ver glaciares de envergadura
hacia
el Oeste en las inmediaciones del pico de Ailefroide.
Las marmotas merodean el refugio, muy
cómodo y no excesivamente lleno –algo que se agradece en pleno agosto- guardas
simpáticos y la tarde al sol en las hamacas.
Tan sólo nos precede un grupo de tres
alpinistas y nos sigue un guía con dos clientes. El corredor es sencillo,
abierto en la parte baja y con un estrechamiento y mayor pendiente en la parte
superior, todo con nieve dura aunque se puede encontrar algo de hielo.
Pendiente justa para decidir no ir encordados, una caída difícil de parar puede
arrastrar al resto, y técnicamente y subiendo con confianza, no era complicado.
Los gemelos se quejan y las paradas se hacen obligadas, eso sí, buscando zonas
protegidas porque la roca superior que cierra el corredor está muy suelta. Es
muy importante no meterse en la zona de roca, continuar siempre por la nieve
dura. Cuando se sale del corredor (salimos por la izquierda) y es inevitable
pisar los últimos metros en roca, piedras como televisores se movían bajo
nuestro pies, así que ojo, que por debajo sube gente.
Después a disfrutar, amanece sobre el
glaciar, paseo por la pequeña arista hasta la cumbre y nada de frío. Una pena
que las nubes nos cerrasen la vista de la cara sur de La Barre des Ecrins, pero
el tiempo era espléndido.
Y ya desde las 9 de la mañana, empieza
la larga bajada. Al principio espectacular, bajando tranquilamente por el
glaciar de Violettes, esquivando pequeñas grietas y con el pico Montagne des Agneaux y el glaciar Blanc
justo en frente, puerta de entrada a la Barre, que intentamos el año pasado. Y
seguimos con el paso más bonito de toda la jornada, un rapel de la grieta
central, unos 10 metros de pared blanca para salvar este “escalón” gracias al
anclaje colocado por los guías locales y poder acceder al espolón rocoso en el que
nos espera mucha piedra suelta, y unos 3 rápeles, el último por la gran
chimenea que da acceso a la base de Violettes.
Según las cuerdas que se lleven se
pueden hacer más o menos rápeles. Con 2 de 60, se pueden hacer los dos primeros
de una tirada, (destrepar está feo, con piedra suelta y tierra) y después se
anda unos 150 metros por nieve hasta el
pilar de roca que se bordea por la izquierda en la zona más peligrosa -piedra
muy suelta y una caída “potente” hacía la izquierda- para llegar con mucho cuidado a la chimenea
grande. Esta se puede hacer con dos rápeles (uno de 60 y otro de 50) y una pequeña destrepada muy sucia entre
ellos. Si se va con una sola cuerda de 60, hay que destrepar mucho y por zonas
muy sucias con piedra deslizante por el polvo y la tierra y con piedra suelta.
Una vez salvada esta parte, se cruza el
glaciar bajo los seracs, que por el calor, ya comienzan a sacudirse de piedras
y bloques. La travesía del mismo, que parecía peligrosa, no lo fue tanto porque
se cruza en 5 minutos y relativamente alejados de la pared por donde vimos caer
algún pequeño bloque de hielo y piedras que proceden de la parte superior
rocosa. Una vez alzados sobre el hombro rocoso, por una paso fácil, con la
ayuda de una maroma, podemos decir que lo más complejo ha pasado, sin olvidar
que aún estamos a unos 3.100 m de altura. Después otro rápel de 60 y destrepe
de 10 m, terreno pedregoso de bloques sobre morrena y último escalón a salvar
con un largo rápel de 60 que nos deja en el nevero Pélissier. Entre el nevero y
la morrena, o sobre la parte superior de esta, llegamos a los 2.500 m de
altitud donde giramos a la izquierda para descender un sendero muy empinado en
zona herbosa, donde las piedras ruedan como proyectiles. Aquí, ya agotados, se
pierde altura –por fin- hasta que el sendero más marcado gira al norte para
posteriormente enlazar con la entrada a la vira de Ailefroide.
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